Sucesor espiritual del mítico McLaren F1, el P1 llegó
en 2013 para convertirse en el buque insignia del fabricante británico, viendo
la luz con un diseño en el que la forma se supeditó a la función, con una
carrocería en la que la aerodinámica era el punto clave de un proyecto que
pretendía lanzar el superdeportivo del futuro.
Para ello, McLaren anunció que su deportivo de calle
soportaba una gran carga aerodinámica sobre su carrocería, lo que los
anglosajones llaman downforce, con 600 kilogramos a velocidades de hasta
257 km/h. Las cifras del McLaren P1 podían ser comparables a las de un
deportivo de carreras GT3. McLaren empleó un sistema activo de
reducción de resistencia aerodinámica, una vez más con la esencia
del DRS de la Fórmula 1, que en este caso se logra sobre todo gracias
al uso de un gigantesco alerón capaz de situarse en diferentes planos.
El interior, construido al igual que el resto del vehículo
utilizando materiales nobles, es una oda a la deportividad. Fibra de carbono,
piel vuelta, buckets, instrumentación digital…todo está pensado para que
la conducción -y el pilotaje- no tengan que lidiar con ninguna distracción
innecesaria, manteniendo, eso sí, un mínimo de comodidad para una utilización
cotidiana.
¿Utilización cotidiana? Sí. El McLaren P1 se
presentó en el Salón de Ginebra con el objetivo de convertirse “en el
superdeportivo más efectivo, más emocionante, más avanzado tecnológicamente y
más dinámico, de cuantos se hayan construido a lo largo de la historia“, en
palabras de Paul Mackenzie, director del programa McLaren P1.
Este súper coche estaba dotado de una mecánica híbrida de
916 CV compuesta por un motor 3.8 V8 biturbo y un sistema eléctrico que, si
bien estaba pensado para potenciar el rendimiento y las prestaciones, también era
capaz de propulsar por sí mismo el vehículo durante casi 20 km sin superar los
50 km/h, distancia que descendía hasta 10 km en condiciones de homologación.
Hablamos de un McLaren limitado a 375
unidades, con una potencia de 916 CV y 900 NM, capaz de acelerar de 0 a 100
km/h en menos de 3 segundos, de pasar de 0 a 300 km/h en 17 segundos y de
alcanzar una velocidad punta de 350 km/h. Todo ello con un precio que
rondaba el millón de euros.
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